Lucía Turiel García
3º de Educación Primaria
5º trabajo de literatura
BLANCONIEVES Y LAS SIETE ENANITAS
Érase
una vez un joven y apuesto príncipe llamado Blanconieves con una piel tan
blanca como la nieve, que vivía en un reino muy muy lejano con su madre y su
padrastro.
Su
padrastro, que era el rey, era también muy hermoso, pero además de ello
orgulloso. Se pasaba todo el día mirándose al espejo. El espejo era mágico y
cuando se paraba frente a él, le preguntaba:
—Espejito,
espejito, ¿quién es el más hermoso del reino?
Entonces
el espejo respondía:
—
Tú eres el más hermoso de todos los hombres.
El
rey quedaba satisfecho y contento, porque sabía que su espejo siempre decía la
verdad. Sin embargo, con el paso de los años, la belleza y la dulzura de
Blanconieves se hacían más visibles. Por todas sus buenas cualidades, superaba
mucho la belleza física del rey. Y llegó un día en que el rey preguntó de nuevo
al espejo:
—Espejito,
espejito, ¿quién es el más hermoso del reino?
El
espejo contestó:
—Blanconieves,
quien te supera de belleza y dulzura.
El
rey se llenó de rabia y ordenó que viniera el cazador, y le dijo:
—Llévate
al joven príncipe al bosque y asegúrate de que las bestias salvajes se
encarguen de él.
El
cazador llevó a Blanconieves al bosque, pero cuando estaba a punto de cumplir
las órdenes del rey, se apiadó del bello joven y dijo:
—Corre
y vete lejos, pobre joven. Busca un lugar seguro donde poder vivir.
Blanconieves
estando solo en el bosque peligroso, corrió tan lejos como pudo hasta que se
hizo de noche. Entonces vio una pequeña cabaña y entró en ella para dormir. Al
entrar en la cabaña, todo lo que había era pequeño. Había una mesa con siete
platos pequeños. Había también siete cuchillos y tenedores pequeños, y siete jarritas
llenas de agua. En la pared había siete camas pequeñas, una junto a la otra,
cubiertas con colchas tan blancas como la nieve.
Blanconieves
tanta hambre y sed, que comió un poquito de comida de cada platito y bebió una
gota de cada jarrita. Luego, quiso acostarse en una de las camas, pero ninguna
era de su medida, hasta que finalmente pudo acomodarse en la séptima.
Cuando
ya había oscurecido, regresaron las dueñas de la cabaña. Eran siete enanitas
que trabajaban en las minas extrayendo oro y piedras preciosas en las montañas.
Ellas encendieron sus siete linternas, y observaron que alguien había estado en
la cabaña, ya que las cosas no estaban en el mismo lugar.
La
primera dijo: —¿Quién se ha sentado en mi silla?
La
segunda dijo: —¿Quién comió de mi plato?
La
tercera dijo: —¿Quién mordió parte de mi pan?
La
cuarta dijo: —¿Quién tomó parte de mis vegetales?
La
quinta dijo: —¿Quién usó mi tenedor?
La
sexta dijo: —¿Quién usó mi cuchillo?
La
séptima dijo: —¿Quién bebió de mi jarra?
Entonces
la primera observó una arruga en su cama y dijo: —Alguien se ha metido en mi
cama.
Y
las demás fueron a revisar sus camas, diciendo: —Alguien ha estado en nuestras
camas también.
Pero
cuando la séptima miró su cama, encontró a Blanconieves durmiendo cómodamente y
llamó a las demás:
—¡Oh,
cielos! —susurraron—. Qué encantador muchacho.
Cuando
llegó el amanecer, Blanconieves se despertó muy asustado al ver a las siete
enanitas paradas frente a él. Pero las enanitas eran muy amistosas y le
preguntaron su nombre.
—Mi
nombre es Blanconieves —respondió—, y les contó todo acerca de su malvado
padrastro.
Las
enanitas dijeron:
—Si
puedes limpiar nuestra casa, cocinar, tender las camas, lavar, coser y tejer,
puedes quedarte todo el tiempo que quieras—. Blanconieves aceptó feliz y se quedó
con ellas.
Pasó
el tiempo y un día, el rey decidió consultar a su espejo y descubrió que el
príncipe vivía en el bosque. Furioso, envenenó una manzana y se disfrazó de
anciano.
—
Un bocado de esta manzana hará que Blanconieves duerma para siempre — dijo el
malvado rey.
Al
día siguiente, las enanitas se marcharon a trabajar y Blanconieves se quedó
solo.
Poco
después, el rey disfrazado de anciano se acercó a la ventana de la cocina. El
príncipe le vio y le ofreció un vaso de agua.
—Eres
muy amable —dijo el anciano—. Toma esta manzana como gesto de agradecimiento.
En
el momento en que Blanconieves mordió la manzana, cayó desplomado. Las
enanitas, alertadas por los animales del bosque, llegaron a la cabaña mientras
el rey huía. Muy tristes, colocaron a Blanconieves en una urna de cristal.
Todas tenían la esperanza de que el hermoso joven despertase un día.
Un
día una apuesta princesa que cruzaba el bosque con su caballo vio al hermoso
joven en la urna de cristal y maravillada por su belleza, decidió darle un beso
en la mejilla, el joven despertó al haberse roto el hechizo. Blanconieves y la
princesa se casaron y vivieron felices para siempre.
CENICIENTA LA REBELDE
Érase una vez una joven llamada Cenicienta.
Vivía en una enorme casa con su padre, su madrastra y sus dos hermanastras.
Cenicienta era una joven muy guapa pero también
egoísta, manipuladora y sobre todo mentirosa. Para conseguir todo lo que quería
solía aprovecharse de su padre el cual era muy bondadoso para que le comprase
todos sus lujos, los cuales eran caros vestidos, joyas y otros enseres.
La madrastra y sus dos hermanastras, eran
encantadoras y buenas, por lo que Cenicienta también se aprovechaba de ellas,
para que hicieran todo lo que ella quería.
Un día cualquiera, Cenicienta salió de su casa
para ir a la escuela, y se encontró con un grillo. Cenicienta lo cogió y lo
observó detenidamente, ya que en sus ojos transmitía algo especial que nunca
había visto. De pronto el grillo la habló, y la dijo:
_Hola Cenicienta, por fin me has encontrado_
Cenicienta se asustó y lo tiró al suelo bruscamente al ver que el grillo
hablaba. Cenicienta contestó:
_¿Cómo es que hablas? ¿Estaré soñando?
El pequeño grillo dijo: _No estás soñando soy tu conciencia y he
estado toda tu vida detrás de ti observándote_
Cenicienta muy asombrada al procesar en su
cabeza todo lo ocurrido le dijo: _¿Observándome por qué? Y ¿Por qué a mí?
El grillo puso cara de desilusión… y dijo:
_Porque llevas mucho tiempo tratando mal a tu
familia y he decidido ayudarte a cambiar tus modales… ¡Seré tu conciencia!
Cenicienta muy alarmada y ofendida tras oír las
palabras del pequeño grillo le dijo:
_Yo no necesito que nadie me diga lo que tengo
que hacer, ya soy mayorcita!
Al terminar de hablar Cenicienta continuó su
camino hacia la escuela dejando atrás al pequeño grillo.
Cuando Cenicienta salió de la escuela, para ir
a su casa un hombre se acercó a ella y le dijo:
_ ¡Oh pero que hermosa eres. Ven conmigo, soy
el dueño de una obra de teatro y me gustaría que participases como protagonista!
Esa belleza tuya hay que explotarla! ¡Y te haré rica!
Cenicienta aceptó encantada y muy ilusionada.
De pronto apareció de nuevo el pequeño grillo para decirle que no lo aceptase,
que es mejor irse y volver a casa. Pero Cenicienta no le hizo caso…
Durante todo el día se quedó actuando en el
teatro. Pasados unos días, cuando quería volver a casa el dueño del teatro le
dijo que no podía irse, que tenía que quedarse con él.
Cenicienta se echó a llorar tan desconsolada
diciendo que quería volver a casa que el malvado hombre la encerró en una jaula
para que no pudiera escapar, pero de pronto apareció el pequeño grillo y logró
liberarla.
Durante los días que Cenicienta había estado
fuera, su padre, su madrastra y sus dos hermanastras habían estado muy tristes
y preocupadas, por lo que la habían buscado por todos los rincones de la casa.
Cuando Cenicienta y el grillo llegaron a casa, no había nadie, estaba
totalmente vacía. Una vecina los vio preocupados y les dijo que se habían ido
en dirección al mar para buscarla.
Cenicienta y el pequeño grillo decidieron ir a
buscarles. Pero de pronto se cruzaron con un grupo de niños corriendo:
_¿Dónde vais?_ preguntó Cenicienta.
- Al País de los Juguetes - respondió un niño-. ¡Allí
podremos jugar sin parar! ¿Quieres venir con nosotros?
- ¡Oh, no, no!- le advirtió el grillo-. Tenemos que
encontrar a la familia, que está triste y preocupado por ti.
- ¡Sólo un rato!- dijo Cenicienta- Después seguimos
buscándolos.
Cenicienta se fue con el grupo de niños seguido del grillo que intentaba seguir
convenciéndola de continuar buscando a la familia. Cenicienta brincó y jugó
todo lo que quiso. Enseguida se olvidó de su familia, sólo pensaba en
divertirse y seguir jugando. Pero a medida que pasaba más y más horas en el País
de los Juguetes, Cenicienta se iba convirtiendo en un burro. Cuando se dio
cuenta de ello se echó a llorar. De pronto apareció un hada, y Cenicienta se
sorprendió. El hada la dijo:
-He venido a
rescatarte-. Compadeciéndose de ella la devolvió a su aspecto. -Pero a partir
de ahora, cada vez que mientas te crecerá la nariz-
La joven quitándose las
lagrimas de los ojos la dio la gracias y aceptó el trato.
Cenicienta y el pequeño
grillo salieron corriendo en busca de la familia.
La familia, que
había salido en busca de Cenicienta en un pequeño bote de vela, fue tragado por
una enorme ballena.
Entonces Cenicienta y el grillito, desesperados, se
metieron al mar para rescatarles.
Cuando Cenicienta, estuvo frente a la ballena le pidió
por favor que le devolviese a su familia, pero la enorme ballena abrió muy
grande la boca y se la tragó también a ella.
¡Por fin Cenicienta y su familia volvían a estar
unidos!, Ahora debían pensar cómo conseguir salir de la barriga de la ballena.
- ¡Ya sé-, dijo el pequeño grillo -hagamos fuego! El
fuego hizo estornudar a la enorme ballena, y la balsa salió volando con todos.
Una vez a salvo Cenicienta le contó todo lo sucedido a
su familia y le pidió perdón. A su familia, a pesar de haber sufrido mucho,
sólo le importaba volver a tener a Cenicienta con ellos.
Pasado un tiempo, Cenicienta demostró que había
aprendido la lección y se portaba bien, yendo al colegio, escuchando los
consejos del grillo y siendo buena con toda su familia.
LOS TRES CERDITOS
Había una vez tres hermanos cerditos
que vivían en el bosque. Como el malvado lobo siempre los estaba persiguiendo
para comérselos dijo un día el mayor:
- Tenemos que hacer una casa para protegernos de
lobo. Así podremos escondernos dentro de ella cada vez que el lobo aparezca por
aquí.
A los otros dos les pareció muy buena idea, pero
no se ponían de acuerdo respecto a qué material utilizar. Al final, y para no
discutir, decidieron que cada uno la hiciera de lo que quisiese.
El más pequeño optó por utilizar paja, para no tardar
mucho y poder irse a jugar después.
El mediano prefirió construirla de madera, que
era más resistente que la paja y tampoco le llevaría mucho tiempo hacerla. Pero
el mayor pensó que aunque tardara más que sus hermanos, lo mejor era hacer una
casa resistente y fuerte con ladrillos.
- Además así podré hacer una chimenea con la que
calentarme en invierno, pensó el cerdito.
Cuando los tres acabaron sus casas se metieron
cada uno en la suya y entonces apareció el malvado lobo. Se dirigió a la de
paja y llamó a la puerta:
- Anda cerdito se bueno y déjame entrar...
- ¡No! ¡Eso ni pensarlo!
- ¡Pues soplaré y soplaré y la casita derribaré!
Y el lobo empezó a soplar, la débil casa acabó
viniéndose abajo. Pero el cerdito echó a correr y se refugió en la casa de su
hermano mediano, que estaba hecha de madera.
- Anda cerditos sed buenos y dejarme entrar...
- ¡No! ¡Eso ni pensarlo!, dijeron los dos
- ¡Pues soplaré y soplaré y la casita derribaré!
El lobo empezó a soplar y aunque esta vez tuvo
que hacer más esfuerzos para derribar la casa, al final la madera acabó
cediendo y los cerditos salieron corriendo en dirección hacia la casa de su
hermano mayor.
El lobo estaba cada vez más hambriento así que
sopló y sopló con todas sus fuerzas, pero esta vez no tenía nada que hacer
porque la casa no se movía ni siquiera un poco. Dentro, los cerditos celebraban
la resistencia de la casa de su hermano y cantaban alegres por haberse librado
del lobo:
Fuera, el lobo continuaba soplando fuertemente,
cada vez más enfadado. Hasta que decidió parar para descansar y entonces se dio
cuenta de que la casa tenía una chimenea.
Cuando consiguió entrar el lobo, los
tres cerditos se quedaron entusiasmados, por lo que salieron corriendo por la
puerta, hasta llegar a una casa que estaba escondida por el bosque. Tocaron a
la puerta:
-¡Por favor abridnos! ¡hay un lobo
que nos quiere comer!
De pronto abrió la puerta un anciano
y los tres cerditos entraron. El lobo llegó a la casa y dijo:
-¡No os vais a librar! ¡Os comeré a
los cuatro!
Entonces el anciano se enfadó y sacó
un arma por la ventana apuntándole al lobo y dijo:
-¿A si? ¡Ven aquí si te atreves!
Entonces el lobo, se hecho hacia
atrás asustado y se fue corriendo.
Los tres cerditos le dieron las
gracias al anciano y se fueron a la casa del hermano mayor.
Después de lo ocurrido los tres
cerditos, decidieron ponerse de acuerdo y construyeron entre los tres una
enorme casa hecha de ladrillos sin chimenea, para que no volviera a ocurrir. Y
vivieron felices.